jueves, 9 de abril de 2009

Literatura de levante


¿Nunca te preguntaste por qué todos los loquitos sueltos que andan por la ciudad terminan en tus brazos? Es por ese cuadernito, querida. ¡Cómo se te ocurre escribir en público!

Estaba un día en el Burguer de Córdoba frente al Clínicas (yo era muy joven) con mi dichoso cuaderno intentando crear algo literario de valor. A pesar de los auriculares de mi walkman (era muy, muy joven), se me acerca un jovencito (como me gustan a mí) y me pregunta algo. Me saco los parlantitos de las orejas y le preguntó amablemente “¿Qué?”. Me repite la pregunta, que ya no recuerdo cuál era, y nos ponemos a charlar. Creo que era algo acerca de lo que estaba escribiendo.

Me pareció lindo y simpático, así que seguí hablando. Cuando me tuve que ir a clases (en Comunicación, no se piensen que intenté con la medicina) intercambiamos números telefónicos.

Al otro día me llamó. Un poco pronto para mi gusto. Pero como mi gusto es desastroso, quedé en salir con él. Tomamos algo y charlamos, pero estaba siempre muy nervioso. Pensé que con algunos besos se calmaría. Algún efecto le hizo, pero no demasiado. Otra vez tuve que volver a clases. Quedamos para vernos el fin de semana.
Dimos un paseo a pie y terminamos en el departamento que compartía con la hermana. ¡Pobres pibes! El departamento se lo habían dado los padres que no se los bancaban más. La hermana ya iba por el segundo intento de suicidio. Tenía un aire lúgubre y una voz muy baja y grave. Daba un poquito de miedo. Pero era amable.

Después fuimos al cuarto de él, ascéticamente amueblado con una cama, un escritorio, una silla y un cuadro de no se quién. Este no daba para portaligas, pero si para mini de animal print de leopardo, corsetito de vinílico y unas discretas mediecitas de red. Empezamos con los mimos y las caricias. Nos entusiasmamos y pasamos al siguiente nivel. Pero, game over. Aparentemente, la medicación psiquiátrica que él tomaba porque era bipolar, influía negativamente en sus funciones sexuales. Además, en esa época, no existía el viagra, corazón.

Salimos un par de veces más. Le encantaba el pool y como yo no sabía jugar me invitó para enseñarme. Pero le temblaban mucho las manos por la medicación.

Aduje problemas de horarios y mucho estudio. Llamó varias (varias) veces hasta que desistió.

Chicas, cambien el cuaderno por la notebook. Es más segura.

5 comentarios:

Ricardo Fasseri dijo...

Juaa, es muy probable que temblara por vos. Y seguí escribiendo en cuadernitos, no creo que los que usamos notebook seamos más seguros. El paraíso se arma siempre entre dos, y muchas veces se cae el decorado... De todas formas, sigo pensando en que tal vez el problema estuvo en la ausencia de portaligas...jaja.

Me encantó el relato! escribiría mil cosas más sobre el realto!

Natalia, la capricorniana alegre dijo...

Es seguro para las chicas usar notebook. Los loquitos acechan en todas partes. Igual la notebook es muy pesada, sigo con mi cuadernito. Así que algo de masoquista debo tener.

Ricardo Fasseri dijo...

las masoquistas tienen lo suyo... je

Natalia, la capricorniana alegre dijo...

Por supuesto! Somos las mejores.

Ricardo Fasseri dijo...

A mi me llaman el Marqués...jaja.