
–Mónica –gritó su madre desde el pasillo–, dónde estás.
Mónica se dio vuelta cuidadosamente, sosteniéndose del vidrio.
–Acá en la pieza, ma –contestó por encima del ruido de los coches.
–Preparate –la voz se acercó, y Mónica rogó que su mamá no entrara–. Salimos entro de un rato.
–Bueno, ya voy.
Volvió a mirar a la calle. En el vidrio había quedado la marca empañada de cinco dedos.
¿A cuántos metros estaría?
Desde adentro se escuchaban los preparativos del viaje. Andresito corría y gritaba de contento. Su papá, enojado como todos los años, impartía órdenes. A veces Mónica se preguntaba por qué se iban de vacaciones si era tanto problema, si siempre terminaban peleándose. Por encima del hombro miró su cama con la valija sobre la colcha. Debía llenarla con toda su ropa y no tenía ganas. Mirar abajo era más emocionante.
¿Y si se tiraba?
Sería como volar en ese viento tan fresco y tan agradable. Además, se evitaría las vacaciones. Se movió un poco hacia fuera, como si alguna fuerza extraña la atrajera.
–Es la gravedad, tonta –dijo.
¿Se moriría? Casi con seguridad. O tal vez, si volara… Pero había pocas posibilidades: no tenía alas ni plumas, y había visto en un documental cómo terminaban los intentos de la gente por levantar vuelo. Sin embargo…
–¡MÓNICA!
El grito de su padre la impulsó a intentarlo.
Y, mientras él abre la puerta, Mónica salta al vacío.
4 comentarios:
Como decía Chico Buarque, una palabra puede ser la "gota de agua"...
Thanks!
tanks también puede ser la gota de agua, pero el agua no calma la sed...
¿Quién le dijo? Si es un litro, sí.
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