miércoles, 30 de septiembre de 2009

Carta de amor N° 425

Posiblemente hoy o mañana vaya al cine a ver la película en cuestión. Estuve escasa de tiempo, pero no lo dilataré más. Después de Drag me to hell necesito emociones fuertes.

Ahora que lo pienso, lo único que logra emocionarme es el cine. O la música. Con la peli de Sam Raimi salí exaltada de la sala. Y cada vez que escucho 505 de Arctic Monkeys, viajo a otros lados mejores. A mí me tienen que golpear muy fuerte la rodilla para que reaccione. Ya ni el sexo me provoca demasiado. Y en mi persona eso es mucho decir. Me asusta perder la sensibilidad hasta de los estímulos físicos.

¿Nuestro amor virtual ya no es invencible? ¿Ha bajado los brazos? ¿Acaso no necesitamos, los dos, emociones? Apuesto a que podemos emocionarnos. ¿Usted no?

Es la una y media de la tarde. Estoy tomando una Cunnington mientras se descongela el estofado. Se que estarás trabajando. Me tienta pasar por la librería y verte. Pero no lo voy a hacer. Quiero escribirte. Quiero imaginarte. Quiero escucharte a través de tus palabras.

No puedo mandarte sólo un beso. No es mi estilo. Te mando doce besos. De todo tipo para que los distribuyas de la manera más creativa que se te ocurra. No son tantos. No los desperdicies.

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