martes, 24 de marzo de 2009

Final para un cuento

Había sido llevado a través de la primera puerta, frente al tablero de mandos. Se encontró con un pelotón de fusilamiento. Lo arrastraron violentamente y lo tiraron al piso. Como tenía las manos atadas en la espalda y estaba tan dolorido, debilitado, se quedó en el piso, incapaz de levantarse. De un tirón lo pusieron de pie. Se quedó ahí, tambaleándose, con la cara hinchada, con sangre por todos lados. Eran tres tipos con fusiles, o ametralladoras, o escopetas, no sabía bien qué, pero eran armas largas. Estaban alineados y le apuntaban a él. Todavía seguía sin saber por qué estaba allí. Ahora ya no tenía importancia, sólo quería que todo terminara. Dolía demasiado. Escuchó cómo preparaban las armas y lo ponían en sus miras.

– Por última vez –escuchó la voz como si estuviera lejos–. ¿Me vas a decir dónde está la plata?

– Por última vez –repitió con un extraño sentido del humor–. ¿Qué plata?

Supuso que alguien hacía una seña.

Sonaron los disparos.

La plata nunca apareció.

1 comentario:

Natalia Petronacci dijo...

Parece un buen final. Besos. Extraño nuestras épocas literarias y no literarias.
Tu homónima.