jueves, 11 de junio de 2009

Segunda oportunidad


Le besaba el cuello con desesperación. Ella se excitaba. Sus manos ansiosas le recorrían todo el cuerpo. Sabía que él la deseaba tanto como ella. Las caricias llegaron a la cara y no se detuvieron. La quería así como era, con deformidad y todo. Sus besos eran increíbles, llenos de pasión, de emociones. Él empezó a abrirle la camisa y ella lo ayudó. Vio cómo se la comía con los ojos, casi con violencia.

Fueron al dormitorio. Se tiraron en la cama y se desvistieron mutuamente. Ella sintió el ardor de la piel de ese hombre maravilloso. Sintió la virilidad, la excitación. Sintió cómo su propia ansiedad crecía y la llenaba. Cerró los ojos.


Se sobresaltó al oír los golpes en la pared. Dejó su ánfora y salió al pasillo con las manos sucias de arcilla. No había nadie. Miró en el ascensor y tampoco vio nada. Sigilosamente se acercó a la puerta vecina y apoyó la oreja. Oyó gemidos de dolor y más golpes. Se agachó despacio hasta llegar a la cerradura y espió. Vio a los Gimenez tirados en el piso y a un hombre parado frente a ellos., de espaldas a la puerta. El hombre empezó a darse vuelta y ella se alejó.


Abrió los ojos sobresaltada. Pero él estaba allí, sobre ella, protegiéndola con su cuerpo de cualquier peligro. Ella se dio cuenta de que lo amaba. Él gemía excitado. La penetró y sintió un escalofrío.


Alguien intentó abrir la puerta. Sintió un escalofrío y se quedó mirándola fijamente. El hombre que había matado a los Gimenez la debió haber escuchado: sabía que era él. Maldijo su curiosidad, el momento en que salió. La puerta voló por el aire.


Una explosión se produjo en su interior. Ella gritó de placer como nunca antes lo había hecho. Él le sonrió al verla gozar. Entonces la levantó y la llevó contra la pared, tomándola por la espalda, jadeando.

Era el hombre más aterrador que había visto en su vida. No podía dejar de temblar. Trataba de achicarse, de alejarse de alguna manera de ese hombre que la tenía atrapada. Una caricia la hizo sospechar algo peor, que confirmó cuando sintió la erección del tipo. No le veía la cara, pero sentía los jadeos del monstruo. Cuando le bajó el pantalón y metió la mano en la bombacha, ella se desmayó.

Luego el tajo en la cara. El dolor. La cicatriz.


Y recordó. El jadeo. Todo volvió a su memoria. Se quedó paralizada mientras el terror se metía en su cuerpo. Él se apretó más contra su cuerpo. Ello lo reconoció: era la misma respiración. Entonces algo en su interior cambió. Fue un instante, una súbita transformación.

–No… –dijo con una voz apenas audible.

–No ¿qué? –preguntó él, violentamente.

La tenía sostenida por los brazos y le hundía los dedos en la carne. La lastimaba. Ella sintió una punzada de dolor. Su excitación fue en aumento.

–Por favor… –le susurró.– No pares.

Abrió los ojos, despacio. Veía todo borroso. Se sentía embotado, como borracho. Intentó levantarse pero el cuerpo le pesaba una tonelada. Miró alrededor intentando reconocer el lugar. Se dejó caer en la cama. Sentía que su cabeza estaba a punto de estallar. Vio unas cortinas oscuras: estaba en la casa de la rubia. Después de tanto tiempo buscándola, finalmente había logrado dar con ella. Recordó la tempestuosa noche anterior y sonrió. Entonces sintió un dolor terrible en la cara. Se llevó la mano a la mejilla y tocó una costra y una hendidura aún fresca. Se levantó y fue a dar contra la pared. Vio un charco de sangre seca en la sábana.

El dolor era insoportable, se extendía a toda su cabeza. Fue hacia el baño tambaleándose y se miró en el espejo: dos tajos enormes, uno en cada mejilla, decoraban su cara.

Intentó lavarse el pecho ensangrentado. Las rodillas le fallaban, la muy puta lo debería haber dopado con algo. Volvió a la habitación. Tenía que llamar a una ambulancia. Se sentía débil. En la mesa de luz había un teléfono, pero no tenía tono. Intentó vestirse para salir, buscar ayuda. Entonces, vio un papel en la cama. Estaba escrito con una caligrafía perfecta: “La búsqueda valió la pena ¿no? Fue la mejor noche que tuve en mi vida. Gracias por todo. Un beso, Flor”.

Martín dejó caer el papel, pare luego desplomarse sobre él.

6 comentarios:

Carlos dijo...

Muy bueno! Tenés un estilo atrapante. Me lo devoré!. Un beso

Natalia, la capricorniana alegre dijo...

Carlos: muchas gracias! Es un gran halago viniendo de vos.

Besitos

delivery post-crucifixión dijo...

Bueno; Capricorniana..., tus relatos cada vez más eróticos, oscuros y surrealistas.

En pocas palabras: ¡me encantó!

Cierro los ojos, y me imagino estas historias con esa música de fondo.

Besitos!

R.P.

Gabriela dijo...

aaaaaa la pelota, me encantó!
un thriller muy bien logrado señorita!

Natalia, la capricorniana alegre dijo...

R.P: muchas gracias! La música pega? No lo habìa pensado.

Gabriela: muchas gracias! Espero que te de pesadillas.

Anónimo dijo...

Esta buenisimo!!!! MUy bueno de verdad. Te felicito Nati

Padawan Piculo