miércoles, 17 de junio de 2009

Mascotas

Primero fue el gato grande, el negro. Empezó a mirarme. A distinguirme. No maullaba. Sólo me miraba. Seguía siendo mimoso como siempre, pero su actitud había cambiado.

No le di importancia. Cuando me iba a trabajar estaban los dos casi siempre dormidos. Pero el negro siempre levantaba la cabeza para mirarme. Una vez me pareció que me despedía con un movimiento de cabeza. El atigrado seguía tontín como siempre.


A la semana siguiente, me desperté sobresaltada como a las tres de la mañana. Los gatos estaban lamiéndome la cara. Me senté en la cama y ahí estaban los dos. Viéndome. Ahora el gato más chico también me miraba raro. Los empujé pero se quedaron ahí, inmóviles. Ahora me miraban ¿amenazantes? Deseché la idea por absurda.

Ese día, cuando llegué a la noche, encontré la heladera abierta. Se habían comido la carne. Estaban los dos en el umbral de la pieza mirándome. Al chiquito le colgaba un pedazo de la boca. Era raro que comieran carne cruda, no les gustaba. Los reté y les pegué un par de manotazos. Pero ni se mosquearon. Mi miraban impávidos. Indiferentes, despectivos. Sobradores.

Los empujé con el pie para que se corrieran. Pero en vez de huir, como lo hacían siempre, se quedaron ahí y cuando pasé intentaron morderme. “¡Gatos de mierda!” dije en voz alta. Lentamente, se metieron debajo de la cama.

Esa noche no cené. Los animales me perseguían por toda la casa en silencio. Me fui a bañar. Al salir del baño ahí estaban los dos. El negro miró al atigrado y maulló. El chiquito a su vez le contestó con dos maullidos. Podría jurar que hablaban de mí.

Al día siguiente empezaban mis vacaciones acumuladas: un mes aislada de todo, lejos del trabajo, de los malos recuerdos, y de esos gatos locos. Me puse a hacer las valijas mientras ellos me miraban fijo. Cada tanto se miraban entre ellos y se maullaban. Estoy segura de que se comunicaban. Volvieron sus cabezas y se fueron a echar en el sillón.

Cuando terminé con todo me fui a dormir. Era la primera noche que mis mascotas no dormían conmigo.


Un dolor agudo me despertó. El negro esta hincando sus dientes en el dedo gordo de mi pie izquierdo. Lo retiré inmediatamente y le di una patada. Pero se quedó ahí relamiéndose la sangre que había manado de la herida. Me levanté y me vestí, medio rengueando porque el dedo dolía mucho. Controlé el alimentador automático, no fuera cosa que se me murieran de inanición o de sed.

De pronto, empezaron a maullar. Como locos. El volumen de los maullidos era impresionante. Nunca los había escuchado chillar de esa manera. Les grité para que se callaran, pero nada. Los corrí pero eran más rápidos que yo. No paraban.

Entonces, comenzaron a venir otros gatos. Por la ventana de la cocina, que estaba segura de haberla cerrado, entraban como si nada. Silenciosos, como si hubieran respondido al llamado. No paraban de llegar. En un rato tuve la casa llena de felinos que me miraban fijo, inmóviles.

Al frente se encontraban los míos, como si fueran los generales del ejército. El negro miró hacia la tropa y luego volvió la vista hacia mí. Caminó muy lentamente en mi dirección. Se paró a mi lado y me mordió en la pierna. Yo me quedé dura. No entendía qué estaba pasando. Parecía una pesadilla. Pero la mordedura había dolido. Reaccioné y salté hacía atrás. Me metí en el cuarto y cerré la puerta justo a tiempo, mientas los animales se lanzaban tras de mí.


Ya pasaron dos semanas. Sigo encerrada en mi cuarto. El teléfono no funciona, imagino que cortaron los cables. La ventana tiene rejas, pero igual hay un ejército de mininos custodiándola. Se me acabó el agua que tenía en la mesa de luz y la sed me está matando. Supongo que es lo que están esperando. Ya intentaron abrir la puerta un par de veces. Hasta ahora los pude contener, pero las fuerzas me fallan. Y deben tener hambre.

9 comentarios:

delivery post-crucifixión dijo...

Estaban celosos porque te ibas de vacaciones. Es una especie de Hitchcock pero en lugar de "Los pájaros" es "Los gatos".

No deberías haber dado muestras que ibas a dejarlos.

A propósito, mientras escribo esto tengo a uno de mis gatos (el negro) sobre mis rodillas.

Saludos felinos...!

Natalia, la capricorniana alegre dijo...

R.P.: no se si estaban celosos. Me parecen que eran unos gatos medios malos. Chequeá acá (http://www.heyquiz.com/quiz/cat_kill) y asegurate del tuyo.

Ahora uno de mis gatos (negro también) está en mi falda y sobre mi brazo para impedirme eescribir. pero no lo logra.

Besos

Lolo dijo...

¡Y después se hace la pobrecita!

Me encantó el cuento. Las descripciones son muy buenas porque pintan el lugar, la situación, generan imágenes muy fuertes.

También me gustan los finales semi abiertos.

¿Su gato es vomi?

Un beso!

Natalia, la capricorniana alegre dijo...

Lolo: ¡Muchas gracias! Sus palabras son de gran valor para mí.

Ya le mandaré lo mío. ¿cómo puedo hacer para contactarlo? Mándeme un mail.

El negro es Vomi y el otro es Caconio.

Beso para usted.

Anónimo dijo...

VOMI!!!! CACONIO!!!!! Jajajajaja
Es excelente me encanto el cuento,de verdad, muy bien natalia, muy bien.
Besos

Padawan Piculo

Artus dijo...

Podría pasar por un escrito de la escuela de Poe...
Saúdos, damisela oscura.

Natalia, la capricorniana alegre dijo...

Artus: Pero qué halago!
Las influencias se notan ¿no?

xoxo

maatiesquivel dijo...

ahaha, hola bora bora.

Ricardo Fasseri dijo...

Abriles la puerta, entregate y disfrutá de un avance felino...